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sábado, 17 de noviembre de 2012

en 11:54
Moda: ética, estética. ¿Es un arte? Ética del desnudo

Moda: ética, estética. ¿Es un arte? Ética del desnudo
Un lenguaje personal 
 
Además de tener una dimensión social, la moda es un lenguaje personal; algo que dice, y mucho, de nosotros. La moda expresa a los otros quiénes y cómo somos. Adaptando el clásico refrán podríamos señalar que; “dime como vistes y te diré cómo eres”.
Y aunque también diga el refranero que las apariencias engañan, la mayoría de las veces las apariencias dicen la verdad. 

Especialmente en el tema del vestido. Se observa que a menudo, cuando una persona quiere cambiar de vida, lo primero que suele hacer es renovar su vestuario. la realidad es que un cambio radical de look puede conllevar muchas más cosas; un descontento con su pasado, una forma de romper con éste, una apuesta por transformar la vida en el futuro...
La ropa que llevo me define ante los demás, me sitúa ante el mundo y dice cosas acerca de mi posición dentro de éste; si visto con autenticidad, la ropa puede hablar de mi edad, de mi profesión, de mi condición social. No viste igual, o no debería al menos, una chica de veinte años que una anciana de ochenta; los vaqueros permitidos en una redacción de periódico están prohibidos para el conserje del Ritz; no se pone lo mismo un estudiante que un directivo de empresa.
El vestido habla de mí, pero no sólo de aspectos externos de mi vida. La moda también habla de escalas de valores y de qué idea tengo yo sobre el hombre. “El ser humano en el acto de vestirse y a través de su indumentaria se autodefine, exponiendo ante la sociedad mayor cantidad de información sobre sí mismo de la que podría trasmitir el escultor con su obra”. 
Cada individuo se viste según sus ideales, sus aspiraciones, lo que quiere llegar a ser. Evidentemente, la mujer que quiere ser “fatal” no vestirá igual que aquella que quiere ser valorada en su trabajo por su competencia profesional y que no está dispuesta a utilizar las mal llamadas “armas de mujer”.
Por eso, el armario de una persona aporta mucha información sobre su planteamiento de vida. Puede ser un armario cambiante que revele una cierta tendencia a dejarse dominar por lo que se lleva en cada momento, un armario que proclame un excesivo afán por llamar la atención, un armario que busque el equilibrio entre la belleza y la funcionalidad, un armario que ha optado por un desaliño que denota dejadez.
Como el vestido habla de nosotros es necesario que diga lo que verdaderamente queremos comunicar. Es importante vestir con coherencia, según nuestra propia forma de vida; no dejándose llevar por tendencias con las que no se está de acuerdo. Sin entrar en polémicas, hay prendas que llevan inscrito, se quiera o no, un determinado sentido. La minifalda en el trabajo, por ejemplo, está asociada a esas “armas de mujer” a las que se ha aludido antes. Si soy una persona que defiendo la igualdad de oportunidades entre el hombre y la mujer en el campo laboral no tiene sentido que, por definición, vaya a trabajar con minifalda. 

Si tengo unas ideas contrarias a la objetivación sexual de la mujer, lo lógico es que rechace también las trasparencias que precisamente muestran las características sexuales femeninas. Si estoy en contra del consumismo atroz, causa de muchos de los desequilibrios dela sociedad, lo más coherente es que no renueve el armario cada vez que cambia la moda.
En este sentido, la persona no puede ser ingenua; no sólo hay que ser, hay también que parecer; máxime en una sociedad como la actual en la que la imagen es muy importante y se ha convertido en escaparate del alma. Antes de elegir una prenda tengo que pensar si cumple las funciones de la moda; es decir, si cubre mi intimidad, si respeta mi dignidad como persona, si me protege del frío o del calor, si permite que los demás me vean de forma agradable, si por su precio puedo consentírmela sin incurrir en una injusticia con aquellos que no tienen... Así vestiré con autenticidad, con coherencia,y mi vestido hablará con veracidad de lo que soy y pienso.
De ahí, que no tiene sentido seguir al dictado las sugerencias de la moda La moda propone y la mujer dispone. Seguir ciegamente lo que se ve es un problema de inmadurez”. Es la mujer la que tiene que decidir qué quiere llevar y qué no y negarse a pasar por el aro de la moda cuando ésta quiera reducirla a un simple objeto de decoración.

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